viernes, 1 de octubre de 2010

El Fondo del Cielo

EL FONDO DEL CIELO
de Rodrígo Fresán

Hay veces en las que siento unas reservas inexplicables para comenzar la última obra de un autor querido y admirado. En ocasiones, vencido ya el recelo, se demuestra que era una mera tontuna temporal, pero otras -ay, otras- la lectura de la novela en cuestión confirma esas cautelas irracionales. Algo así me ha pasado con El Fondo del Cielo de Fresán, a quién tenía (ojo, y sigo teniendo) en un pedestal por Mantra, La Velocidad de las Cosas, Historia Argentina, Esperanto, Jardines de Kensington y, en fin, por casi todo lo que ha salido de su pluma (o de su computadora) incluyendo no pocos artículos en diversos medios de prensa musical o literaria o en prensa a secas.

El Fondo del Cielo, sin embargo, ha sido una decepción relativa. Y como siempre que ocurre algo así, lo primero que se preguna uno es: ¿soy yo o es él? Dado que no estoy seguro de poder afirmar de manera rotunda que mis gustos y aficiones no han experimentado cambio alguno desde mis años de afecto total al escritor de Canciones Tristes (que fueron, más o menos, los que mediaron entre la publicación de Mantra y Jardines de Kensington, los que me llevó localizar y empaparme de el resto de su obra), tendré que intentar referir mi afirmación a datos más objetivos del texto. Dicho lo cual, cabe señalar que El Fondo del Cielo es muy breve, demasiado; quizás con algo más de desarrollo (y embrollo), las cosas hubieran sido distintas. Tiene momentos brillantes, en los que luce el Fresán que me encandila, es cierto, con la marca de la casa en forma de alternancia de frases largas y espesas y frases cortas y sentenciosas, con el recurso a la intertextualidad bien entendida y mejor ejercitada; pero también hay momentos flojos, me atrevería a decir que de factura de novela comercial, que lastran el resultado final, máxime teniendo en cuenta la ya citada brevedad de la obra.

Insisto, no sé si soy yo o es el autor, pero sea quien sea, estoy seguro de que es un simple bache, y estoy esperando una nueva oportunidad de retomar el idilio.

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