viernes, 1 de octubre de 2010

Los Caminantes: Necrópolis

LOS CAMINANTES: NECRÓPOLIS
de Carlos Sisí

Todos los hermosos caballos

TODOS LOS HERMOSOS CABALLOS
de Cormac McCarthy

Mis lecturas de las vacancions de verano de 2010 se cerraron con Todos los Hermosos Caballos de McCarthy. Buscaba una apuesta segura, y el tiro me salió por la culata, porque si bien es cierto que he disfrutado y mucho otras obras del autor, esta se me atragantó un poco.

No es que yo sea un monstruo que sólo disfruta de las novelas en tanto contengan una dosis generosa de violencia física (Todos los Hermosos Caballos tiene poca, pero bastante intensa, en el plano físico, y mucha representación de la violencia del mundo con carácter alegórico), pero la precisión con la que se describe el mundo del caballo, que me interesa bastante poco, el detalle en la mención a los distintos arreos y demás aparejos de monta, me resulta un tanto cargante. Si a ello le añadimos el tufillo a novela iniciática por que sí que destila cada una de sus páginas, llegamos a la conclusión que alcancé a finales de agosto, a la orilla del mar, en cuanto a que no era tan segura la apuesta como me imaginaba.

A pesar de su papel fundacional en la leyenda de McCarthy que ocupa la trilogía que se inicia con Todos los Hermosos Caballos, me temo que me va a costar decidirme por echarle un tiento a su segunda parte, aunque seguro que algún verano me la volveré a jugar.

El Fondo del Cielo

EL FONDO DEL CIELO
de Rodrígo Fresán

Hay veces en las que siento unas reservas inexplicables para comenzar la última obra de un autor querido y admirado. En ocasiones, vencido ya el recelo, se demuestra que era una mera tontuna temporal, pero otras -ay, otras- la lectura de la novela en cuestión confirma esas cautelas irracionales. Algo así me ha pasado con El Fondo del Cielo de Fresán, a quién tenía (ojo, y sigo teniendo) en un pedestal por Mantra, La Velocidad de las Cosas, Historia Argentina, Esperanto, Jardines de Kensington y, en fin, por casi todo lo que ha salido de su pluma (o de su computadora) incluyendo no pocos artículos en diversos medios de prensa musical o literaria o en prensa a secas.

El Fondo del Cielo, sin embargo, ha sido una decepción relativa. Y como siempre que ocurre algo así, lo primero que se preguna uno es: ¿soy yo o es él? Dado que no estoy seguro de poder afirmar de manera rotunda que mis gustos y aficiones no han experimentado cambio alguno desde mis años de afecto total al escritor de Canciones Tristes (que fueron, más o menos, los que mediaron entre la publicación de Mantra y Jardines de Kensington, los que me llevó localizar y empaparme de el resto de su obra), tendré que intentar referir mi afirmación a datos más objetivos del texto. Dicho lo cual, cabe señalar que El Fondo del Cielo es muy breve, demasiado; quizás con algo más de desarrollo (y embrollo), las cosas hubieran sido distintas. Tiene momentos brillantes, en los que luce el Fresán que me encandila, es cierto, con la marca de la casa en forma de alternancia de frases largas y espesas y frases cortas y sentenciosas, con el recurso a la intertextualidad bien entendida y mejor ejercitada; pero también hay momentos flojos, me atrevería a decir que de factura de novela comercial, que lastran el resultado final, máxime teniendo en cuenta la ya citada brevedad de la obra.

Insisto, no sé si soy yo o es el autor, pero sea quien sea, estoy seguro de que es un simple bache, y estoy esperando una nueva oportunidad de retomar el idilio.

Contraluz

CONTRALUZ
de Thomas Pynchon

La publicación de una obra de Pynchon, eterno aspirante al Nobel (el temor al más que seguro plantón a la organización del autor parece pesar más que su indiscutible calidad literaria) es siempre motivo de alegría y gozo; más si se trata de un tocho que supera las 1000 páginas, como es el caso.

Contraluz se publicó como "Against the Day" en EE.UU., y tras una mastodóntica traducción (supongo que tan complicada como siempre que se trata de Pynchon), lo editó Tusquets varios meses antes del verano de 2010. Yo lo empecé a leer en inglés, en un ejemplar que compré en Lisboa en las navidades de 2009 o así, devoré casi un cuarto de la historia y lo aparqué durante un tiempo, hasta el punto de que perdí el hilo (o los hilos, que con Pynchon ya se sabe), y decidí esperarme a la versión en castellano para comenzar de nuevo con los Chums of Chance, a lo que dediqué varias horas de mi verano, con gran sufrimiento de mis muñecas, dado el tamaño y el peso del tocho, y con el inestimable apoyo de las anotaciones de la imprescindible pynchonwiki (por mucho que algunas entradas sean rizar el rizo, hasta el punto de que da la impresión de que el propio Pynchon debe partirse de la risa ocultando pistas falsas que propicien interpretaciones creativas).

Me consta que algunas voces han criticado que, en definitiva, Contraluz es otro clásico producto pynchoniano, plagado de personajes y situaciones disparatadas en los márgenes de la historia documentada, rico en hardcore científico y metafísico, y sujeto a interpretaciones demasiado elevadas para el común de los mortales; probablemente así sea, pero en mi modesta -y no cualificada- opinión ahí radica su grandeza. Además, me permito añadir que Pynchon sigue en forma en cuanto a su capacidad de asombrar (y desconcertar) al lector, e incluso ha sublimado su arte de arrancar auténticas carcajadas a golpe de absurdo. Y otra valoración absolutamente subjetiva y -por ende- intrascendente, a mi me ha gustado más que Arcoiris de Gravedad (es más accesible) y que Mason & Dixon (es más animado), por compararlo con sus otros tocho-clásicos. En definitiva, que la lectura de Contraluz permite el acceso a ese nirvana del disfrute reservado a las obras maestras, y que su condición de "otra" obra maestra de Pynchon no resta ni un ápice de placer a la experiencia.

Afortunadamente, Inherent Vice no tardará en ser publicada en castellano, por lo que -con Nobel o sin él- tenemos Pynchon para rato.

Un diamante al rojo vivo

UN DIAMANTE AL ROJO VIVO
de Donald Westlake

Por recomendación paterna, vimos hace unos meses la película homónima, con guión del mismo autor de la novela, y Robert Redford demostrando que de joven era todo un Brat Pitt (o más bien al contrario, claro, Neus dixit, en todo caso), y como disfrutamos bastante, este verano metí en la maleta de lecturas playeras la novela en la que se basa la peli.

Como era de esperar, el hecho de tener frescos los quiebros y requiebros de la trama de la película le resta casi toda la intriga a la novela, lo que -en todo caso- se compensa con el asombro que produce la precisión con la que el film retrata a los protagonistas, apenas descritos en su versión impresa. Hay, además, algunos puntos en los que la novela se aparta de la película (un golpe extra y el resultado final, por ejemplo, y hasta aquí puedo leer para no incurrir en spoilers) en los que se disfruta de forma plena de la maestría de Donald Westlake en el difícil arte de retorcer las historias hasta casi el absurdo.

Tan precisa como divertida, "Un diamante al rojo vivo" es una de esas novelitas ideales y sin complicaciones para pasar un rato entretenido sin exigirle demasiado a las neuronas, y que hace añorar aquellos best-sellers que no renunciaban a la calidad para obtener el favor de los lectores.