miércoles, 11 de septiembre de 2013

El Cantante de Gospel

EL CANTANTE DE GOSPEL
de Harry Crews

Para fortuna de todos, las editoriales Acuarela Libros y Antonio Machado se han propuesto continuar la senda que emprendieron con la publicación de "Cuerpo", y han seguido traduciendo y publicando impecablemente la obra de Harry Crews (desaparecido en fechas recientes). El último paso de esta magnífica labor ha sido "El Cantante de Gospel", primera novela del autor en la que ya puede apreciarse el elemento temático más destacado de su narrativa, es decir, la búsqueda de destellos de humanidad en las cloacas de la norteamérica más profunda.

"El Cantante de Gospel" es una estrella consagrada de la canción espiritual que mueve multitudes, y y que en su gira por los Estados Unidos tiene que actuar en su pueblo natal, un estercolero en mitad de la nada llamado Enigma, que está poblado por catetos violentos (entre los que destacan los familiares directos del artista). La visita coincide con un momento de gran agitación en la aburrida localidad, porque las autoridades acaban de apresar a un joven de color al que acusan de haber asesinado a una muchacha conocida por su vida virtuosa y devota, y la retrógrada comunidad local clama venganza y linchamiento popular. Para acabar de cargar la mezcla, se instala también en Enigma un circo de freaks que sigue al cantante de gospel para aprovechar su tirón entre el público.  Sírvase caliente con unas gotas de violencia y un golpe de fanatismo religioso, y el lector quedará sin duda satisfecho.

Empecé "El Cantante de Gospel" justo cuando terminé "El Diablo a Todas Horas" y lo dejé aparcado una temporada porque me pareció más de lo mismo: historias de paletos embrutecidos, pero al retomarlo reparé en que Crews tiene una habilidad inimitable a la hora de despertar la compasión por esos paletos embrutecidos, una voluntad de hacer el bien -casi siempre de forma torpe y brutal-, que no encontramos en las inmisericordes calles de Knockemstiff.

Naturaleza Muerta con Pájaro Carpintero

NATURALEZA MUERTA CON PÁJARO CARPINTERO
de Tom Robbins

"Era otoño, la primavera de la muerte", sólo una frase como la precedente justifica que alguien decida escribir una novela y, a lo que vamos, que otros la leamos. La frase, y muchas otras igual de brillantes, está sacada de "Naturaleza Muerta con Pájaro Carpintero",  del autor americano Tom Robbins (no confundir con el actor), que se traduce y publica en España  gracias a la editorial Alfabia. El estilo de Robbins es un prodigio de lenguaje alambicado y lleno de imágenes que, sin embargo, se entiende a la perfección, hasta el punto de que uno se pregunta cómo es posible que un autor tan inteligente no goce más de fama y reconocimiento en nuestro país. Misterios del mundo editorial, me imagino.

Es cierto, en todo caso, que la historia que nos cuenta está muy próxima al delirio absoluto inducido por estupefacientes. Podría decirse que está muy cerca del Pynchon más humorístico y psicotrópico, pero sería injusto, porque Robbins tiene un punto de anarquismo lírico (y violento, pero, insisto, igualmente lírico) que no está tan desarrollado en Pynchon (salvo, posiblemente, en algunos momentos de "Vineland"). Resumiendo mucho, nos cuenta el proceso de enamoramiento y redención social de una princesa venida a menos y un terrorista filosófico (casi esotérico), y, por el camino, historias tan dispares como el hecho de que los pelirrojos son una raza extraterrestre o que las cajetillas de Camel son realmente puertas dimensionales, por mediación de la pirámide que sale dibujada detrás del camello (como fumador de Camel, debo confesar que la idea me seduce). Ahora bien, la cuestión de fondo que se adorna con dichos relatos alucinados es tan simple como relevante, pues la relación entre la princesa y el terrorista sirve a Robbins para plantear la tensión personal que se produce entre el individualismo egoista y el anhelo de justicia social.

Esta locura que resulta "Naturaleza Muerta con Pájaro Carpintero" seguramente requiere lectores dispuestos a todo y con un sentido del humor muy desarrollado, pero por más que alguno de sus pasajes pueda resultar estrambótico en exceso, la novela es un auténtico alarde de estilo, pues, como decía, la lírica enloquecida de Robbins no empaña la claridad de la narración y del mensaje.