miércoles, 12 de diciembre de 2012

El Diablo a Todas Horas

EL DIABLO A TODAS HORAS
de Donal Ray Pollock

El ejercicio de recopilación de la anterior entrada me ha servido para repasar de un vistazo mis últimas lecturas, con la inevitable valoración inherente a tal actividad, y que -en lo que nos ocupa- puede concretarse en la afirmación de que "Knockemstiff", la colección de relatos de Donald Ray Pollock que me introdujo en el autor, es uno de los libros que más hondo me han calado de los últimos años. En prueba de lo anterior está también el hecho de que no me he cansado de recomendarlo a todos aquellos que, dada la crudeza de algunos relatos, me consta que tenían el aguante y cinismo necesarios para, por un lado, no escandalizarse con el libro, y, por otro, disfrutarlo.

"El Diablo a Todas Horas" es la primera novela de su autor, pero su funcionamiento no varía mucho respecto de la mecánica de los relatos de "Knockemstiff". Al igual que los protagonistas de los cuentos de esta última encontraban su lugar en un plano general del pueblucho de mala muerte que daba título a la obra, las historias de la novela están troceadas, barajadas y vueltas a montar con un afán claramente episódico. La sustancia, por su parte, vuelve a incidir en las miserias del albañal de la condición humana, una vez más, con la hondonada de Knockemstiff y alrededores como telón de fondo, y con un reparto de relumbrón para retratar el catetismo americano: predicadores enloquecidos; fanáticos religiosos de tendencias sanguinarias; pedófilos inmisericoredes; asesinos en serie itinerantes; y, en fin, perdedores y perdidos que el diablo maneja como fichas sobre un tablero de ajedrez. Hay lugar para la bondad y la esperanza, sí, pero tan pequeño y tan rodeado de podedumbre que resulta casi imperceptible.

De nuevo me veo obligado a mencionar en este blog a Bukowski (es posible que, como me sucede a mi, todo el que accedió a su obra de adolescente termine por convertirla en el canon de la literatura moderna), puesto que Donald Ray Pollock comparte con él una dedicación tardía al oficio de escribir, precedida por un recorrido por la base pirámide laboral, y -lo que es más importante- una capacidad asombrosa para radiografiar la realidad y enseñarnos sus huesos, el simple pero aterrador esqueleto de la vida.

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